POR MARISA DE SIMÓN CABALLERO, PARLAMENTARIA DE
IZQUIERDA-EZKERRA - Jueves, 1 de Marzo
de 2012 - Actualizado a las 05:10h
EL informe de la Cámara de Comptos sobre el
informe del Servicio Navarro de Salud-Osasunbidea sobre el servicio de cocina
del Complejo Hospitalario de Navarra con el que el señor Sanz Varea pretendía
avalar la externalización de estas cocinas evidencia que éste último no
contiene elementos concluyentes que justifiquen la privatización de este
servicio público. Ni siquiera aporta datos que sustenten el supuesto ahorro que
se produciría.
Me pregunto si el Departamento de Salud considerará su decisión de privatizar las cocinas. Me lo pregunto porque Izquierda-Ezkerra ha denunciado las irregularidades y la impertinencia de esta decisión a través de varias iniciativas parlamentarias que pretendían paralizar la privatización de las cocinas, alegando, entre otros argumentos y coincidiendo con las conclusiones de Comptos las deficiencias del citado informe firmado por el director gerente del Servicio Navarro de salud. Alegamos que el informe no era concluyente ya que no permitía extraer ni datos, ni conclusiones que justificaran una privatización y permitieran formular una hipótesis respecto a los costes; que no se había utilizado un procedimiento científico y que no se justificaba metodológicamente ya que comparaba variables heterogéneas.
Para muestra, un botón. No se puede comparar la
alimentación de un hospital comarcal de 181 camas, en un solo edificio, con 5
días de estancia media y baja complejidad y mortalidad, con un complejo
hospitalario de más de 1.000 camas, en 3 edificios, uno de ellos, de alta
complejidad, a 10 kilómetros (Case-Mix 1,092) y elevada mortalidad (4,8% de los
que ingresan) y estancia media de 8 días, complejidad recogida en todas las
Memorias del Servicio Navarro de Salud-Osansunbidea.
Es evidente que las deficiencias que menciona
Comptos son tan serias que, si se aplica la medida propuesta por la consejera
de Salud, además de deteriorar el servicio de alimentación y nutrición del
complejo hospitalario, se precisarán de nuevas inversiones para subsanarlas.
Llama poderosamente la atención que el
Departamento de Salud no haya proporcionado a la Cámara de Comptos el análisis
y la valoración de las alternativas de la producción en frío con medios
propios, medios ajenos y medios mixtos que en sus alegaciones que el señor
Varea argumenta que han realizado.
Llama poderosamente la atención la propuesta de
amortización del Departamento de Salud sobre la inversión que se exigiría a la
supuesta empresa adjudicataria: la repercusión de 2,13 euros/dieta durante 8
años, cuando la concesión inicial sería por cuatro años. ¿Dónde está esa
empresa o empresas que estarían dispuestas a acometer semejante riesgo,
semejante obra y semejante servicio? ¿Qué empresas estarían dispuestas a una
gran inversión, a obtener sabrosos beneficios y sabrosas y saludables dietas
(para los pacientes)? ¿Dónde está el mirlo blanco?
Me pregunto por qué el Departamento de Salud se
empeña en traspasar las cocinas a una empresa privada. Si para una empresa
privada es tan ventajoso y rentable, para el sistema público también lo ha de
ser utilizando sus recursos propios, ya que no ha de obtener ningún beneficio
económico.
Por otro lado, además de poner en cuestión el
ahorro y la validez de los argumentos aportados por el SNS-O, está claro que la
privatización de las cocinas supone destruir y precarizar el empleo y
precarizar el servicio sanitario, además de la pérdida de calidad y
flexibilidad y asistencial.
Desde el punto de vista
clínico, privatizar las cocinas es privatizar un servicio sanitario. La dieta
de los pacientes y las pacientes hospitalizados/as, en la mayoría de los casos,
forma parte más del proceso terapéutico. En estos casos, la dieta se ha de
planificar cada día y, en muchas ocasiones, en cada momento en función de las
necesidades clínicas de cada paciente. Por ello, los profesionales han de
formar parte de la plantilla del hospital. No se trata de un catering para servir comidas.
De hecho, hay dietas personalizadas que se
diseñan por los/las técnicos en dietética y son supervisadas por un médico
nutricionista, que además supervisa la composición de dietas basales diarias y
las que se diseñan y modifican en función de las necesidades y evolución de los
pacientes por los médicos responsables de su atención.
Por otro lado, conocido el funcionamiento de los
servicios de cocina de ambos hospitales, las dietas son de calidad y con unos
precios muy ajustados. No obstante, es preciso remodelar las cocinas, dada la
obsolescencia de algunas instalaciones a la que se ha llegado, por cierto, a
causa de dejadez de los sucesivos gobiernos de UPN.
Desde el punto de vista
laboral, la privatización supondría que los trabajadores y trabajadoras
temporales, el 80% de la plantilla, irían al paro o en el mejor de los casos
pasarían a realizar el mismo trabajo por menos salario. Todo esto me hace
pensar que primero se toma la decisión y luego se quiere justificar con un
estudio chapucero. La consejera de Salud asume,
aunque no estén fundamentadas, las propuestas del señor Varea. Por cierto, uno
de los altos cargos del Gobierno que más gana, sino él que más.
Lo oportuno, en esta situación, es mantener las
cocinas del Complejo Hospitalario de Navarra, acondicionándolas si es
necesario; mientras se construye una nueva cocina, de titularidad y gestión
pública, que permita centralizar, mejorar y optimizar el servicio de
alimentación.
Esto de las cocinas es una más. Ahí están los
recortes en limpieza, la remodelación de los laboratorios, las dificultades en
atención primaria, las listas de espera, etcétera. No hay política de salud en
Navarra, excepto para aplicar la tijera cuantas veces sea necesaria para
recortar y recortar.
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