Carlos Pérez Conde
Nide la maquinaria de fabricación. Ni
de personal sanitario saboteador. Ni de pariente en celo ante promesa de
herencia. Ni de intruso con ganas de enredar. La arandela detectada en
una bandeja de comida se desprendió de algún cerebro político mal
atornillado en la decisión, adjudicación y seguimiento de la
privatización del servicio de comidas del Complejo Hospitalario de
Navarra. El nuevo director gerente del Servicio Navarro de Salud -con un
sueldo que le permitiría desayunar, almorzar y cenar a diario con
calidad de cinco tenedores- ha adoptado aires de redentor de una
ciudadanía cautiva de esta reforma del servicio de comidas. Exige que
Mediterránea de Catering lo haga de modo "sobresaliente". De ahí quizá
que la Administración Foral le dé tantas oportunidades para mejorar nota
desde el aparatoso y vergonzoso suspenso inicial.
Como a incompetentes
enchufados. La empresa tiene hasta finales de mes para solucionar el
problema de la temperatura final de las bandejas, a pesar de que, si
algún día de invierno crudo fallase la calefacción, sería la adecuada
para que las auxiliares entrasen en calor. Es más, la gente se
arremolinaría junto a los carros de bandejas. He visto los ojos
desorbitados de algún cuidador cuando, por afán de ayudar, ha tomado la
bandeja con sus manos. Y eso que las abnegadas portadoras saludan con un
"¡quema mucho!" en su camino hacia la mesa abatible a los pies de la
cama. He visto cómo el calor desprendido de la bandeja empezaba a
derretir el envoltorio plástico de los cubiertos. He visto dejar pasar
minutos antes de la ingesta o soplar con mimo para enfriar una cantidad
mínima de comida si el paciente apremiaba. El gerente tranquiliza: "El
mínimo se cumple". Con la explicación complementaria de que "la comida
tiene la calidad suficiente para que los pacientes coman en un
hospital". También la tiene la comida caducada que personas necesitadas
rescatan de contenedores cercanos a supermercados. Defiende que
"nutrición, seguridad y dieta necesaria" se ajustan a los cánones
dietéticos. Menos mal, porque en un hospital se ingresa para sanar. Que
las inevitables infecciones hospitalarias no se extiendan a los menús.
El reconocimientos de la existencia de "una secuencia suficientemente
importante (evaluación estadística) de fallos menores (apreciación
subjetiva)" revela falta de solvencia en la candidatura de Mediterránea
de Catering, aceptada y la elegida. Los testimonios orales y gráficos
del lastimoso descenso en la calidad y presentación de la comida
hospitalaria -prolongados en el tiempo- tendrían que haberse sustanciado
con cancelación del contrato. Las empresas ya cuentan con posibles
sanciones en su contabilidad de gastos. ¿Por qué tanta paciencia?
Secreto de algún chef político.
http://www.noticiasdenavarra.com/2013/08/25/opinion/columnistas/meteoritos/arandela
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