domingo, 27 de enero de 2013

Crónica de un caos anunciado


Rakel Ramos Boría
Soy una de las trabajadoras de la cocina pública del Hospital Virgen del Camino que el pasado domingo día 20 realizó su último servicio. Tanto yo como mis compañeras, y creo prácticamente todos los trabajadores del hospital, intuíamos el desastre que se avecinaba con la puesta en marcha de la cocina privada de Mediterránea de Cátering. Hemos vivido todo el proceso de primera mano y conocíamos y comentábamos entre nosotros la falta de comunicación y la improvisación con la que se estaban haciendo las cosas. Por eso acudo estupefacta a las explicaciones que, tanto los responsables de la empresa como la consejera de Salud Marta Vera, están dando del caos que se está produciendo, aunque en realidad no me extraña nada porque la mentira y el engaño es su forma de actuar.

Pues bien, y siguiendo los razonamientos de la empresa, estos son algunos de "los fallos informáticos": ausencia total de explicaciones y/o comunicación entre la empresa y el personal sanitario. Para ilustrar esto baste con este dato: el domingo día 20, víspera de su puesta en marcha, las auxiliares, que son quienes distribuyen las comidas a los pacientes, no tenían ninguna información de cómo iba a organizarse el servicio a partir del lunes 21.
Falta de previsión en la realización de las obras de acondicionamiento de los offices para los nuevos carros, que necesitan unos enchufes y un espacio que aún a día de hoy no tienen más que en alguno. Unos offices, por cierto, que fueron reformados hace pocos años, saquen sus cuentas (más vale que todo esto es para ahorrar).
Tampoco habían previsto que los nuevos carros no caben en los ascensores específicos de cocina, por lo que tienen que llevarlos en los del público (algo superhigiénico). No pasa nada porque seguro que para ahorrar un poco más Osasunbidea, con el dinero de todos, les pone unos ascensores nuevos.
Bien, siguiendo con la crónica del despropósito, hay que añadir que no se ha preparado en absoluto a los trabajadores de la cocina privada en contra de lo que decían (curso de dos semanas). Ni siquiera se les enseñó algo tan básico como es moverse por el hospital, que puede resultar laberíntico para quien no lo conozca, aunque quizá no lo hicieron porque tienen la intención de que sean los celadores quienes lleven y recojan los carros.
Podría seguir enumerando errores, pero ya me estoy extendiendo demasiado y quiero contestar a la consejera de Salud, que el lunes dijo que no había afectado a los tratamientos de los pacientes. Claro, se nota que ella es de Económicas, porque si fuera sanitaria sabría que en un hospital todos los tiempos están medidos y coordinados, y que un retraso en las comidas supone un trastorno grande en el desarrollo normal del tratamiento de los enfermos, por no hablar de la carga extra de trabajo para el personal.
También me gustaría contestar a la afirmación de un responsable de la empresa que aseguraba que con el actual servicio de comidas la seguridad alimentaria es "infinitamente mejor". Pues bien, he de decirle que en todos los años de servicio de la anterior y pública cocina, jamás ha habido ningún problema de seguridad alimentaria, con la diferencia de que nuestra comida era casera, gustaba a la mayoría de los pacientes, que así nos lo han transmitido y, desde luego, en toda su historia no ha recibido tantas reclamaciones como la actual y privada cocina en solo dos días de funcionamiento.
Teniendo en cuenta que se trata de un hospital, y que los afectados son enfermos, me parece vergonzosa la improvisación con la que han actuado, así como la total falta de respeto que demuestran hacia los ciudadanos que representan.

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