Una vez llegado el momento, la hora de nuestra muerte, en caso de que
la parca nos sorprenda ingresados en el Complejo Hospitalario de
Nafarroa, tenemos asumido que morir puede formar parte del destino, pero
hacerlo mal comiendo y mal cenando en nuestros últimos días...
Perecer
de esa (mala) guisa, viviendo donde vivimos, en la tierra del buen
yantar por excelencia; en la de tantas y tantas Denominaciones de Origen
y del denominado Reyno Gourmet, no. Como que no. Morirse llegado el
caso sí, pero no así. ¡Si incluso los demonizados terroristas han
llamado la atención a veces por lo bien que alimentaron a algunos de
sus por ellos retenidos, según contaron antiguos secuestrados! Y nos
remitimos a casos como los de Julio Iglesias Zamora, quien dijo que si
algo no les hubiera perdonado a sus raptores hubiera sido haber comido
mal, o Emiliano Revilla, habiendo manifestado este último cuando llegó a
su casa portando una tarta "que le habían dado de comer de primera".
Según se cuenta, llegada la hora del rancho, en las cárceles y
en los cuarteles se estilaba lo siguiente: que el director del presidio
o el mando de la tropa probara la comida, antes de ser servida.
¿Catarán la misma los responsables del Complejo Hospitalario de
Nafarroa? Mucho nos tememos que no. En caso contrario, no se serviría.
Javier Otxoa
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