jueves, 28 de febrero de 2013

Las cocinas del infierno

Una vez llegado el momento, la hora de nuestra muerte, en caso de que la parca nos sorprenda ingresados en el Complejo Hospitalario de Nafarroa, tenemos asumido que morir puede formar parte del destino, pero hacerlo mal comiendo y mal cenando en nuestros últimos días...
Perecer de esa (mala) guisa, viviendo donde vivimos, en la tierra del buen yantar por excelencia; en la de tantas y tantas Denominaciones de Origen y del denominado Reyno Gourmet, no. Como que no. Morirse llegado el caso sí, pero no así. ¡Si incluso los demonizados terroristas han llamado la atención a veces por lo bien que alimentaron a algunos de sus por ellos retenidos, según contaron antiguos secuestrados! Y nos remitimos a casos como los de Julio Iglesias Zamora, quien dijo que si algo no les hubiera perdonado a sus raptores hubiera sido haber comido mal, o Emiliano Revilla, habiendo manifestado este último cuando llegó a su casa portando una tarta "que le habían dado de comer de primera".
Según se cuenta, llegada la hora del rancho, en las cárceles y en los cuarteles se estilaba lo siguiente: que el director del presidio o el mando de la tropa probara la comida, antes de ser servida. ¿Catarán la misma los responsables del Complejo Hospitalario de Nafarroa? Mucho nos tememos que no. En caso contrario, no se serviría.

Javier Otxoa

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