Aunque nadie
obligó a Marta Vera a asumir la siempre controvertida cartera de Salud,
más en tiempos de cruda crisis en los que la economista sabía que el regalo eran unas tijeras de podar presupuestos, no me negarán que la muchacha está pasando las de Caín
con el delirante y
externalizado servicio de las cocinas hospitalarias. A qué niveles habrá llegado la mofa y befa, para menoscabo de la marca Navarra y de su Reyno Gourmet, que un blog del prestigio de El comidista refiere la "bazofia" servida a los pacientes en un artículo titulado Comida enferma en el hospital con parcial reproducción de lo publicado en estas páginas. Habida cuenta de las penalidades de nuestros enfermos para ingerir alimentos -nutrirse sería mucho decir-, habrá que concluir, primero, que los ingresados merecen toda la compasión de la que la consejera no se hace acreedora con su roma ejecutoria; y, segundo, que, a la vista de este compendio de platos nauseabundos, urge una rectificación, además de atendiendo al clamor social que exige que se revierta el contrato y a las denuncias de los profesionales de la dietética, por puro sentido común y respeto a los administrados, léase contribuyentes. Dado que apelar a la lógica de Barcina y Vera resulta vano, pues ni la una ni la otra parecen entender que la asunción de errores también puede convertirse en un activo político, habrá que encomendarse una vez más al Parlamento. Si hubiera que pedir comparecencias para que sus señorías obraran con criterio culinario, propongo humildemente -disculpen la chanza- al televisivo Chicote, el de Pesadilla en la cocina.
externalizado servicio de las cocinas hospitalarias. A qué niveles habrá llegado la mofa y befa, para menoscabo de la marca Navarra y de su Reyno Gourmet, que un blog del prestigio de El comidista refiere la "bazofia" servida a los pacientes en un artículo titulado Comida enferma en el hospital con parcial reproducción de lo publicado en estas páginas. Habida cuenta de las penalidades de nuestros enfermos para ingerir alimentos -nutrirse sería mucho decir-, habrá que concluir, primero, que los ingresados merecen toda la compasión de la que la consejera no se hace acreedora con su roma ejecutoria; y, segundo, que, a la vista de este compendio de platos nauseabundos, urge una rectificación, además de atendiendo al clamor social que exige que se revierta el contrato y a las denuncias de los profesionales de la dietética, por puro sentido común y respeto a los administrados, léase contribuyentes. Dado que apelar a la lógica de Barcina y Vera resulta vano, pues ni la una ni la otra parecen entender que la asunción de errores también puede convertirse en un activo político, habrá que encomendarse una vez más al Parlamento. Si hubiera que pedir comparecencias para que sus señorías obraran con criterio culinario, propongo humildemente -disculpen la chanza- al televisivo Chicote, el de Pesadilla en la cocina.
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